COMISIÓN MUNDIAL SOBRE EL MEDIO Y EL DESARROLLO. DECLARACIÓN DE TOKIO (1987)

La Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo fue constituida por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1984, en cuanto organismo independiente encargado de:

a) reexaminar las cuestiones críticas relacionadas con el medio ambiente y el desarrollo y formular unas propuestas de acción innovadoras, concretas y realistas para afrontarlas;

b) reforzar la cooperación internacional sobre el medio ambiente y el desarrollo, y evaluar y proponer nuevas formas de cooperación que puedan romper con las modalidades existentes e influir así en las políticas y acontecimientos en la dirección del cambio necesario;

c) incrementar el nivel de comprensión y compromiso respecto de la acción por parte de los individuos, las organizaciones voluntarias, el mundo de los negocios, las instituciones y los gobiernos.

Al llegar en Tokio al final de nuestra tarea, seguimos convencidos de que es posible construir un futuro próspero, justo y seguro.

Pero la realización de esta posibilidad depende de que todos los países adopten el objetivo de un desarrollo sostenible como fin primordial y prueba de política nacional y de cooperación internacional. Dicho desarrollo puede definirse meramente como un enfoque al progreso que afronte las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para afrontar sus propias necesidades. Una acertada transición al desarrollo sostenible en los años 2000 y más adelante requiere un cambio masivo en los objetivos de la sociedad. También requiere la consecución concertada y vigorosa de una serie de imperativos estratégicos.

La Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo exhorta ahora a todas las naciones del mundo a que, conjunta e individualmente, integren el desarrollo sostenible en sus objetivos y adopten los siguientes principios que les sirvan de guía en sus normas de actuación:

1. Avivar el crecimiento

La pobreza constituye una fuente importante de degradación medioambiental que no solamente afecta a un amplio número de personas en los países en desarrollo, sino que también socava el desarrollo sostenible de la comunidad entera de naciones, tanto de los países industrializados como en desarrollo. Se ha de estimular el crecimiento económico, especialmente en los países en desarrollo, a la par que se ha de robustecer la base de los recursos medioambientales. Los países industrializados pueden y deben contribuir a vivificar el crecimiento económico mundial. Han de tomarse medidas internacionales urgentes para resolver la crisis de la deuda, ha de haber un incremento sustancial en los flujos de financiamiento del desarrollo y ha de haber asimismo una estabilización en los ingresos de divisas para los exportadores de productos básicos de baja renta.

2. Cambiar la calidad del crecimiento

El crecimiento que se consiga ha de ser de un nuevo tipo, en el que la continuidad, la equidad, la justicia social y la seguridad estén fuertemente entrelazadas y consideradas como principales objetivos sociales. Una firme y segura política energética medioambiental constituye un componente indispensable de lo que antecede. La educación, la comunicación y la cooperación internacionales pueden ayudar a conseguir estos objetivos. Los planificadores del desarrollo deberían tener en cuenta, al proceder a la evaluación de la riqueza nacional, no solamente los indicadores económicos normales, sino también la situación en que se encuentran las existencias de los recursos naturales. Una mejor distribución de los ingresos, una reducción de la vulnerabilidad ante los desastres naturales y los riesgos tecnológicos, un mejoramiento en la salud y la preservación del patrimonio cultural son los factores que contribuyen a elevar la calidad de dicho crecimiento.

3. Conservar y reforzar la base de recursos

La sostenibilidad requiere la conservación de las fuentes medioambientales, como por ejemplo, el aire puro, el agua, los bosques y los suelos; también requiere el mantenimiento de la diversidad genética y la utilización eficaz de la energía, el agua y las materias primas. Los mejoramientos en la eficacia de la producción han de acelerarse para reducir el consumo per cápita de los recursos naturales y alentar así un cambio hacia productos y tecnología no contaminantes. Se pide a todos los países que eviten la contaminación medioambiental mediante la firme aplicación de los reglamentos relativos al medio ambiente, la promoción de tecnologías que produzcan pocos desechos y mediante la previsión de las repercusiones que pudieren acarrear nuevos productos, tecnologías y desechos.

4. Asegurar un nivel sostenible de población

Las políticas demográficas deberían formularse e integrarse con otros programas de desarrollo económico y social, como por ejemplo la educación, los cuidados médicos y la expansión de los medios de existencia de los pobres. El aumento del acceso a los servicios de la planificación familiar constituye de por sí una forma de desarrollo social que permite a las parejas, y a las mujeres en especial, ejercer el derecho a la autodeterminación.

5. Reorientar la tecnología y afrontar los riesgos

La tecnología engendra riesgos, pero ofrece también los medios de afrontarlos. En los países en desarrollo se necesita reforzar enormemente la capacidad de innovación tecnológica. La orientación del desarrollo tecnológico ha de cambiar también en todos los países, con objeto de prestar mayor atención a los factores medioambientales. Es necesario contar con mecanismos institucionales nacionales e internacionales que puedan evaluar las repercusiones potenciales de las nuevas tecnologías antes de pasar a un uso generalizado de las mismas. Acuerdos similares son también necesarios para realizar obras importantes en los sistemas naturales, como la desviación de ríos o las operaciones de desmonte. Se ha de reforzar y aplicar la responsabilidad por daños ocasionados de manera no intencionada. Debería promoverse una mayor participación pública y un acceso libre a la información pertinente en aquellos procesos de toma de decisión que afectan al medio ambiente y a las cuestiones relacionadas con el desarrollo.

6. Integrar el medio ambiente y la economía en la toma de decisiones

Los objetivos medioambientales y económicos pueden y deben ser mutuamente complementarios. La sostenibilidad requiere la aplicación de amplias responsabilidades por las repercusiones resultantes de las decisiones que se tomen. Aquellos que tomen tales decisiones programáticas han de ser responsables de los efectos que dichas decisiones tengan sobre el capital de recursos medioambientales de sus respectivas naciones. Se han de concentrar más en las fuentes del daño medioambiental que en los síntomas. La capacidad para prever y prevenir el daño medioambiental requiere que las dimensiones ecológicas de la política que se adopte se consideren al mismo tiempo que los factores económicos, comerciales, energéticos, agrícolas y demás dimensiones. Han de ser considerados en los mismos programas y en las mismas instituciones nacionales e internacionales.

7. Reformar las relaciones económicas internacionales

Un crecimiento sostenible a largo plazo requiere unos cambios ambiciosos que produzcan flujos comerciales, de capitales y tecnológicos que sean más equitativos y estén mejor sincronizados con los imperativos medioambientales. Un mejoramiento fundamental en el acceso a los mercados, en la transferencia de tecnología y en la financiación internacional es necesario para ayudar a los países en desarrollo a ampliar sus oportunidades mediante la diversificación de sus bases económicas y comerciales y la construcción de su autosuficiencia.

8. Reforzar la cooperación internacional

La introducción de una dimensión medioambiental incorpora un elemento adicional de urgencia y de mutuo interés, ya que, de no reconocerse la interacción entre la degradación de los recursos y el incremento de la pobreza, correríamos el riesgo de que todo se desbordara y se creara un problema ecológico mundial. Se ha de conceder alta prioridad a la vigilancia medioambiental, la evaluación, la investigación y el desarrollo y la gestión de los recursos en todos los campos del desarrollo internacional. Esto requiere un elevado nivel de compromiso por parte de todos los países para que funcionen satisfactoriamente las instituciones multilaterales, elaboren y apliquen las normas internacionales en materias tales como el comercio y las inversiones, y establezcan un diálogo sobre las múltiples cuestiones en que los intereses nacionales no coinciden inmediatamente pero se puede llegar a una solución mediante la pertinente negociación. También requiere un reconocimiento de la importancia fundamental que revisten la paz y la seguridad internacionales. Si se quiere un progreso humano sostenible, resulta absolutamente fundamental contar con nuevas dimensiones de multilateralismo.

La Comisión está convencida de que si queremos hacer verdaderos progresos para aplicar estos principios en lo que queda del siglo, el próximo podrá ofrecer un futuro más seguro, más próspero, más equitativo y más esperanzador para toda la familia humana.

Acordada en Tokio, el 27 de febrero de 1987